20100122

Polonia: Auschwitz (1ª Parte)

La II Guerra Mundial se inicia el 1 de Septiembre de 1939 con la invasión de Polonia por parte de los Alemanes en coalición con Rusia. Se inicia un periodo de ocupación que duró durante prácticamente toda la contienda y donde 1 de cada 5 polacos, fuese judío o no, encontró la muerte. Además, sobre suelo polaco se asentaron diversos campos de concentración y exterminio, siendo Auschwitz y Auschwitz II Birkenau los más conocidos en la actualidad.



En el verano de 2009 tuve la ocasión de visitar la ciudad de Cracovia y los campos de Auschwitz. Aquí empieza el relato sobre la mayor fábrica de muerte que jamás haya conocido la Humanidad.

I.- Auschwitz: Campo de Concentración


En Abril de 1940 llega a Oswiecim, una pequeña ciudad al suroeste de Polonia, Rudolf Hoess, miembro de las SS alemanas, en calidad de Comandante de un nuevo campo de concentración que debía de construirse a partir de unos destartalados barracones que habían pertenecido anteriormente al ejército polaco.

Los campos de concentración eran el sitio idóneo para confinar a los prisioneros del III Reich. Alejados de los núcleos urbanos, los oponentes políticos de los nazis eran recluidos bajo unas duras condiciones de vida, sin saber si algún día terminaría su condena, sometida al capricho de sus captores. El Konzentrationslager Auschwitz, nombre alemán con el que se pasó a denominar el campo, en principio no sería distinto del resto. Hoess, por su experiencia anterior desempeñada en el campo de Dachau, había observado que a los presos les resultaba más llevadera su reclusión si se les permitía trabajar, por lo que ordenó consignar el lema “Arbeit macht frei” (El trabajo os hará libres) en grandes letras sobre la entrada al campo. Probablemente aún no se daba cuenta de la cruel ironía que acabaría encerrando aquella frase…



En junio de 1940 llegaron a Auchwitz los primeros prisioneros procedentes de Alemania, treinta criminales que se convirtieron en los primeros Kapos del recinto, encargados de hacer trabajar a los nuevos reclusos polacos, pertenecientes a grupos clandestinos, sacerdotes e intelectuales en su mayoría, a los que había que recluir y aterrorizar mientras construían, robando los materiales necesarios de donde podían, las instalaciones del nuevo campo de concentración.



Aunque algunos judíos llegaron al campo con los primeros envíos de prisioneros, no era ese el destino final que los nazis tenían pensado a priori para ellos. Hitler no consideraba perder la guerra y pensaba más bien en una reordenación de las etnias dentro de los territorios ocupados para hacer sitio a los germanos inmigrantes que llegaban de Alemania. Así, de una manera progresiva, los judíos primeramente fueron desprovistos de sus derechos civiles, de sus hogares y de sus posesiones y después fueron obligados a vivir todos juntos en espacios más reducidos, los ghettos, donde un brazalete debía de identificarles como judíos. El paso final de toda aquella locura sería enviarlos lejos de Europa, a África o a cualquier otra colonia; incluso se firmó un documento donde se proponía Madagascar como destino final una vez acabada la guerra, donde probablemente también hubieran sido eliminados gradualmente.



El odio que los alemanes sentían hacia los judíos venía de varios años atrás, se les acusaba prácticamente de todos los males que padecía Alemania, incluida la derrota en la I Guerra Mundial. El Partido Nacionalsocialista de Hitler se aprovechó de ese odio y sutilmente se encargó de hacerlo crecer entre la población a través de la propaganda nazi.
Pero en junio de 1941 el conflicto da un nuevo giro que cambiará todos los planes. Con Polonia, Noruega, Dinamarca, Francia, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Yugoslavia y Grecia bajo la bota nazi y tras la resistencia de Gran Bretaña, las ansias expansionistas se centraron sobre la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas (URSS). Y es que, a pesar de haber sido aliados en un primer momento de la guerra, Hitler odiaba a los comunistas casi tanto como a los judíos. Así, junto al ejército alemán, entraron en Rusia comandos especiales con la misión de asesinar a políticos comunistas, comisarios políticos y judíos al servicio del partido o el estado.



Como consecuencia, varios cientos de ellos fueron enviados a Auschwitz a realizar trabajos forzosos, aunque a la mayoría se les reunía cerca de los pueblos donde se les capturaba, se les obligaba a cavar una fosa ancha y profunda y se les fusilaba para que cayeran directamente en ella. Este sistema de matanzas, sin embargo, rápidamente se vio que era muy lento y costoso; primero por la gran cantidad de munición requerida; segundo por el efecto psicológico negativo que sobre los miembros de los pelotones de exterminio tenía. Se probó un nuevo sistema con explosivos, pero los resultados no fueron los deseados. Había que probar otra cosa…

Mientras, en centros especiales de Alemania se estaba desarrollando el Programa Nazi de Eutanasia para adultos. Los disminuidos psíquicos y físicos eran un problema para el III Reich (véase el cartel de propaganda, donde se expresa el gasto que suponía mantenerlos) y se había experimentado con habitaciones provistas de tuberías, simulando unas duchas, donde los pacientes eran obligados a entrar e inhalar monóxido de carbono hasta morir. En verano de 1941 unos 70.000 discapacitados habían sido eliminados por este sistema.



Heinrich Himmler, Comandante en Jefe de las SS, enseguida quiso aplicar este sistema a los campos de concentración. Muchos prisioneros fueron enviados a Alemania para ser gaseados, ya no eran útiles para el trabajo.

Paralelamente, en Auschwitz también se estaban desarrollando experimentos similares. En concreto se encontró una nueva aplicación para el ácido prúsico cristalizado, comercializado en latas con el nombre de Zyklon B, que era usado a bajas dosis para desinfectar la ropa de piojos e insectos. Karl Fritsch, ayudante de Rodolf Hoess, ordenó sellar el sótano del bloque 11 (tristemente famoso por ser el lugar donde morían torturados o fusilados muchos prisioneros) con sacos de arena y hacer inhalar el Zyklon B a un grupo de prisioneros rusos. Fue un éxito, habían encontrado un nuevo método de ajusticiamiento que no requería ni las balas ni la puntería de un pelotón de fusilamiento.



El único inconveniente es que el Bloque 11, por su emplazamiento cerca del resto de barracones, no era el sitio más discreto de cara al resto de los prisioneros para aquellas prácticas, por lo que se decidió seguir realizándolas en el horno crematorio del campo, unas instalaciones más apartadas y que posteriormente fueron transformadas en refugio antiaéreo, llegando así hasta nuestros días.



La primera piedra para la posterior masacre había sido colocada...

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